Imanol Pradales y Andoni Ortuzar, el pasado noviembre durante el acto de homenaje a Sabino Arana en Sukarrieta.

Imanol Pradales y Andoni Ortuzar, el pasado noviembre durante el acto de homenaje a Sabino Arana en Sukarrieta. EFE

Política ELECCIONES VASCAS

Las nueve claves de las vascas: entre el dudoso fin de la hegemonía del PNV y la victoria inútil de Bildu

Los nacionalistas confían en la movilización; el PSE aspira a ser decisivo; el PP mide su OPA a Vox, y Sumar y Podemos buscan sobrevivir.

20 abril, 2024 02:40

"Si algo está claro desde que se convocaron las elecciones es que en el País Vasco va a seguir gobernando el PNV con apoyo de los socialistas, y sin esa incertidumbre es muy difícil movilizar a los electores", explica un exdirigente nacionalista.

Ese espóiler, que explica la falta de movilización de una parte del electorado que da por hecho el desenlace, está sólo matizado por la posibilidad de que la noche de este domingo EH Bildu pueda dar un sorpasso histórico y convertirse por primera vez en el principal partido del País Vasco, al menos, en número de escaños y aunque no tenga ninguna posibilidad de gobernar.

Todo ello ocurrirá tras una campaña electoral que cambió de sentido el lunes cuando el candidato de Bildu, Pello Otxandiano, se negó en la Cadena Ser a decir que ETA fue una banda terrorista.

[El PSOE no apoyará a Bildu aunque gane las vascas y evitará el lastre que eso le supondría en las europeas]

Todo parece indicar que el PSE de Eneko Andueza será el árbitro para la formación de Gobierno, pero él ha insistido en que en ningún caso apoyará a Bildu, lo que supone reeditar el acuerdo con el PNV.

Hay que tener en cuenta que en el País Vasco la investidura es diferente al resto de comunidades y basta con tener mayoría simple, porque no hay votos en contra de los candidatos en el Parlamento vasco.

Estas son las principales incertidumbres y claves del resultado de las elecciones:

1. La hegemonía del PNV

El PNV sólo ha perdido unas elecciones vascas, las de 1986. Ganó el PSE, que lideraba entonces Txiki Benegas, pero los nacionalistas terminaron gobernando con José Antonio Ardanza como lehendakari.

En esta ocasión, la candidatura que encabeza Imanol Pradales puede dejar de ser la que obtenga más escaños y, por primera vez, puede perder su hegemonía en favor de otro partido soberanista, Bildu, según la mayoría de las encuestas.

En votos es muy difícil que ocurra eso, porque el PNV suele ganar claramente en Vizcaya, donde hay mucha más población que en Guipúzcoa y Álava. Pero en escaños sí es posible porque las tres circunscripciones reparten el mismo número de escaños (25), lo que equilibra la diferencia global en votos. Y en todo caso, Bildu aspira a ser el partido más votado en dos provincias: Guipúzcoa y Álava.

Los nacionalistas vascos explican que parten con varias desventajas que explican la posibilidad de sorpasso.

La primera es que el PNV está en proceso de cambio y, de hecho, comparece con un candidato nuevo y prácticamente desconocido. Necesita dirigirse al electorado más joven y a las mujeres.

La segunda es que después de más de cuarenta años al frente del Gobierno, con un breve paréntesis de Patxi López, hay un desgaste y hartazgo notable de los electores.

Y en tercer lugar, lo previsible de un Gobierno junto con el PSE hace que los votantes habituales del PNV no se movilicen y prefieran quedarse en casa.

La campaña de Pradales ha jugado la baza del miedo a Bildu en el Gobierno, precisamente para movilizar a sus electores ante una posible victoria de la izquierda abertzale. La idea es que su candidatura sea la de la estabilidad y tranquilidad que quieren los vascos.

En la recta final, al PNV le han ayudado la palabras del cabeza de lista de Bildu sobre ETA. Confían los nacionalistas en que sus electores vayan finalmente a las urnas para evitar que gane un partido que mantiene ese discurso sobre el terrorismo.

El PNV tuvo en las anteriores elecciones vascas 31 escaños con Iñigo Urkullu, tres más que en 2016.

2. El salto de Bildu

EH Bildu compite contra sí mismo y contra su madurez para mostrarse como partido capaz de gobernar.

El partido de la izquierda abertzale llega a la elecciones con larga trayectoria de cambio, de mudar la piel desde las formaciones que dieron cobertura política a ETA, las que fueron ilegalizadas por ese motivo y las que participaron en el fin del terrorismo, con añadidos de personas comprometidas históricamente en la lucha contra la violencia.

Tuvo una primera experiencia al frente de importantes ayuntamientos y en los últimos años ha hecho más hincapié en su perfil de izquierdas que en las cuestiones identitarias.

Así lo ha hecho fundamentalmente en el Congreso de los Diputados, dando respaldo político y parlamentario al Gobierno de Pedro Sánchez y evitando presentar iniciativas soberanistas o sobre los presos de ETA.

Ese perfil moderado y moderno que se ha forjado explica que Arnaldo Otegi se haya hecho a un lado en la candidatura en favor de Pello Otxandiano, ajeno a los años de plomo de ETA.

Su objetivo es hacerse con la hegemonía del soberanismo, frente al PNV, en un proceso similar a lo que hizo ERC con CiU en Cataluña. Saben que es imposible gobernar, porque no tendrían apoyo del PSE ni del PNV.

Esa imagen de moderación y modernidad les ha permitido tener un voto joven, de los que no vivieron el terrorismo, frente al de más edad y conservador del PNV.

Parte de esa estrategia de no dar miedo ha caído con las declaraciones de Otxandiano, a caballo entre el núcleo duro histórico que apoyó o entiende a ETA y el voto que pretende recabar de jóvenes de izquierdas que en algún momento pudieron votar a Podemos y antes a Izquierda Unida.

Fuentes de Bildu aseguran que las palabras del candidato tienen más que ver con la necesidad de mantener ese equilibrio y explican que pasan mucho más desapercibidas en el País Vasco que en el resto de España.

Bildu ha hecho también un esfuerzo para lograr una implantación en todos los sectores sociales del País Vasco, similar a la que ha tenido el PNV y que le ha permitido gobernar casi sin interrupción.

Tuvieron 21 escaños en 2020 y antes 18. Ahora aspiran a llegar a los 30.

3. Mayoría soberanista

Las encuestas indican que muy probablemente el nuevo Parlamento vasco va a tener tras el 21-J una mayoría soberanista (PNV y EH Bildu) superior a las registradas en las sucesivas elecciones en la comunidad.

En 2020 sumaron 52 escaños y en las anteriores 46. Ahora podrían superar los 60, según las encuestas de la campaña.

Curiosamente, ese hecho coincide con la difusión de estudios sociológicos que muestran que la independencia del País Vasco tiene menos apoyo que nunca entre los ciudadanos. Daría la impresión de que los electores no perciben a PNV y Bildu como partidos que vayan a iniciar un proceso soberanista o, al menos, no consideran esa cuestión política como fundamental.

No parece probable que haya un Gobierno de coalición entre ambos, según han explicado ellos mismos en campaña, pero el dato daría lugar a muchas reflexiones sobre la salida del Estado de Euskadi o la forma en la que los acuerdos con los soberanistas no les restan apoyo, sino que les hacen crecer. 

4. El PSE, el complemento

Los socialistas vuelven a salir a unas elecciones sin vocación de ser el partido mayoritario, sólo aspiran a completar mayorías. Han asumido que su papel es el de completar mayorías soberanistas, como ya hicieron en Galicia con el BNG y escaso éxito, salvando todas las diferencias.

Su papel es el de poder pactar con el PNV y si es posible volver a pactar un Gobierno de coalición, puesto que han explicado por activa y por pasiva que no pactarán con Bildu.

Para sostener ese bloqueo a la izquierda abertzale les han ayudado las declaraciones del cabeza de lista de Bildu sobre ETA. Con esas palabras sería insostenible un acuerdo con Otxandiano, sobre todo en vísperas de las elecciones europeas.

Esas manifestaciones le han servido también para frenar la fuga de votos hacia Bildu que detectaron y para poder ir a por votos que fueron de Podemos y que ahora disputa con la izquierda abertzale.

En 2020 tuvieron sólo 10 escaños y antes sólo nueve.

5. Examen a Sánchez

De todas las elecciones que forman la yincana electoral con vascas, catalanas y europeas, estas son las elecciones con menor efecto en principio para la estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez.

Compiten dos partidos que dan respaldo al líder del PSOE, pero a diferencia de Cataluña, ninguno de los dos tiene vocación de romper en el Congreso y poner fin a la legislatura.

Lo más que podría ocurrir es que el PNV tuviera un resultado tan malo que iniciara un proceso de renovación y revisión de sus posiciones. O que necesitara al PP y se abriera una puerta a una futura colaboración entre nacionalistas y populares.

El presidente del Gobierno ya ha dejado claro que, pese a las declaraciones sobre ETA, seguirá pactando con Bildu para sacar adelante sus iniciativas en el Congreso.

Para Sánchez es otro examen, después de fracasos notables en elecciones autonómicas y en vísperas de Cataluña. Otro resultado desastroso puede quedar mitigado con su capacidad de decidir el color del Gobierno, en este caso el apoyo al PNV.

6. PP, crecimiento irrelevante

El PP es irrelevante políticamente en el País Vasco desde hace años. En las anteriores elecciones cayó a sólo seis escaños, a pesar de que concurría junto a Ciudadanos. Un resultado tan malo que, en principio, sólo puede mejorar.

Ahora no puede aspirar en principio a ser decisivo en la formación del Gobierno vasco, pero sí puede recuperar terreno, con el horizonte lejano de alcanzar los 10 escaños, que tuvo en 2016, más cerca de los que tiene el PSE.

Le puede servir para medir el ascenso del PP de Alberto Núñez Feijóo en distintas comunidades, también su capacidad para absorber a Ciudadanos y, sobre todo, a Vox.

El resultado podría ayudarle a tener una posición algo más relevante de cara a un futuro acercamiento al PNV, pensando en hipotéticos pactos en el Congreso.

También tiene cabeza de lista nuevo, Javier de Andrés.

7. La pendiente de Vox

El partido de Santiago Abascal logró entrar en el Parlamento vasco en 2020 con 17.500 votos. Su difícil reto es conseguir mantenerlo, tras quedar fuera de nuevo en Galicia y con perspectivas difíciles en Cataluña.

Todo ese conjunto de elecciones ha dado la impresión de caída progresiva del partido de la extrema derecha, que le ha debilitado en favor del PP.

En todo caso, Vox seguirá siendo un partido irrelevante en Euskadi.

8. Sumar, centrifugado

El partido de Yolanda Díaz puede encadenar una serie de elecciones negativas. Las encuestas dejan en el aire la posibilidad de que logre un escaño en el Parlamento vasco, tras haber sido barrido de Galicia en las recientes autonómicas.

Además de esa tendencia general de Sumar, en este caso es penalizado por el hecho de que el voto de la izquierda se va hacia partidos soberanistas, en este caso Bildu, y en las gallegas el BNG. Es decir, se adivina un cierto centrifugado del voto de la izquierda hacia opciones nacionalistas o independentistas.

Es significativo que la vicepresidenta segunda del Gobierno casi no ha participado en la campaña. Eso suele ocurrir cuando el líder da por hecho un resultado muy adverso y no quiere aparecer como responsable del fracaso.

9. Podemos contra Sumar

Tampoco es buen momento para Podemos, que sufre por ese trasvase de voto de izquierda a partidos soberanistas, también por su debilidad general y su falta de visibilidad pública.

De hecho, sus votantes son el objetivo fundamental de las campañas de Bildu y PSE, para repartirse los restos del naufragio. No es seguro que logren mantenerse en el Parlamento vasco, según las encuestas.

Tuvieron seis escaños en las anteriores autonómicas, procedentes de lo que fue la Izquierda Unida del País Vasco. Incluso, en unas generales Podemos llegó a ser el partido más votado en Euskadi, muy lejos de sus expectativas actuales.

La siguiente etapa electoral, la de las europeas, son mucho más vitales para el partido de Ione Belarra, que sigue luchando contra sí mismo y contra Sumar. Este domingo será la primera etapa si superan a los de Yolanda Díaz.